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Klezmerson cumple 20 años

Actualizado: 20 may


Celebrar 20 años de vida de una agrupación musical en México en los territorios independientes, si bien ya no es una excepción, no deja de ser importante. Sin embargo, no siempre se recuerda o desconoce que quienes ahora festejan, llevan más tiempo bregando sobre los escenarios.

Mientras esperamos el inicio de la noche, Benjamín Schwartz, líder de Klezmerson, rememora junto con dos de sus ex compañeros de su primera agrupación, aquellos tiempos en donde, afuera de El Hijo del Cuervo, tocaban y veían caer sobre el sombrero algunas monedas y un esporádico billete.

La charla informal, abarca hasta el inicio del presente siglo cuando Schwartz aportó su viola a un par de temas del disco Mar adentro en la sangre, de Santa Sabina, y finalmente encalla con la aparición del primer álbum de Klezmerson, una placa epónima aparecida en 2005 y motivo de la celebración.



A lo largo de dos décadas, la alineación de la banda ha sufrido transformaciones, de aquel primer disco solo permanece en ella su líder. No obstante, el Klezmerson de esta noche lleva años sin cambio y eso se nota cuando Carina López (bajo), Todd Clouser (guitarra), Gustavo Nandayapa (batería) y Schwartz comienzan a interpretar “Middot”.

Si usted ha tenido oportunidad de estar en un concierto de estos cuatro, sabe lo que entregan desde el escenario y esta noche el comienzo es fuego puro. El cuarteto suena muy acoplado, cual perfecta maquinaria; pero no obstante esa perfección, también hay mucho nervio y víscera puestas en cada interpretación.

Schwartz y Clouser dialogan constantemente, intercambian solos sin olvidarse de la composición; López y Nandayapa están lejos de ser un mero soporte de estos dos y la muestra de ello se da en “Pastelito de piña”, tema cadencioso, pegajoso, bailable y que pone en ebullición el lugar.

Schwartz y López intercambian miradas frecuentes, echan mano de un código secreto que los lleva a “revolucionar” la música. Los solos de Todd son latigazos certeros, golpes directos, fuertes, disfrutables. Nandayapa no se queda a la zaga: certero, fiero cuando es necesario, suave cuando la ocasión lo amerita. Carina López añade un plus: nunca permanece quieta, no importa si está de pie o sentada, como en esta ocasión; mueve un pie continuamente, gesticula y cada una de sus expresiones añaden más groove a estas composiciones que en directo suenan subyugantes, con más vitalidad y brío.




La noche rezuma intimidad y Schwartz, en uno de esos raros momentos en donde deja el teclado o la viola para dirigirse a los presentes, lo recalca. Si bien han estado en foros o auditorios grandes, dice, los conciertos que más disfrutan son los realizados en lugares pequeños, en donde el contacto es más directo. (A mi mente llega una noche en donde Klezmerson, con una alineación diferente y a unos minutos de salir al escenario, es informado del pobre número de asistentes. Lejos de abatirse, encararon la noche con mucha actitud y ofrecieron una velada sí íntima, pero también perlada de fuerza y emotividad.)

No se necesita ser fan para caer rendido ante la música de Klezmerson, sólo es necesario exponerse a ella sin prejuicios, ponerse a bailar cuando el cuerpo lo demanda -porque esto sucederá- dejarse llevar por temas como “Lieberman” (donde esta noche se parafrasea “The Pink Panther Theme”), “Yefefiah” y cerrar con “Katarinke”, uno de sus temas emblemáticos.






 

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