Ana Ruiz: "La música es mi refugio"
- David Cortés
- 5 ago
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Actualizado: 8 ago
David Cortés
El jueves 7 de agosto comienza una residencia-homenaje a la pianista Ana Ruiz bajo el nombre de 50 años de experimentalismo en México. La sede será el Multiforo Alicia (Eligio Ancona 145, Col. Sta. María la Ribera). Ana Ruiz fue la primera pianista en tocar free jazz en México en la década de los setenta, una década en donde sólo otra pianista hacía lo mismo, aunque en una vena jazzística diferente. Ana comenzó a tocar free jazz e improvisar al lado de Henry West (saxofón) y Robert Mann, ahora Every Man (percusiones). A mediados de los setenta se convertirían en Atrás del Cosmos y dieron nacimiento a una leyenda.
A propósito de esa residencia-homenaje, recuperamos esta entrevista con la píanista.

Ciudad de México, primera mitad de los setenta. El estado comienza a dar visos de agotamiento y en la cultura se insinúan aires de renovación que recorren no solo la capital, sino el país entero. En la música, a nivel mundial, ha rato los paradigmas se resquebrajaron, pero aquí todavía seguimos atados a los convencionalismos, aunque, afortunadamente, no faltan los visionarios e inconformes, aquellos que miran fuera y entienden la necesidad de crecer. Son años también en los cuales la mujer realmente comienza a emanciparse, a dejar de ser solamente una voz para tomar un instrumento y dar constancia de que no es un problema de talento, sino de oportunidades.
A fines de los sesenta, el free jazz despuntó en Estados Unidos como una revolución musical nacida en el seno de la comunidad afroamericana, cuyos efectos se sintieron en el resto del mundo. Hay una larga lista de exponentes que a principios de los setenta se pueden mencionar para ejemplificar, sin embargo, aquí en México, esta tendencia sonora apenas y era entendida por unos cuantos, una minoría que habría de convertirse en la voz de una vanguardia incipiente. Como líder de esa naciente vanguardia, es menester citar a Atrás del Cosmos, trío integrado por Ana Ruiz, Henry West y Robert Mann agrupación que en su versión extendida llegaba a la decena.
En años en donde la norma era el ostracismo, Ana Ruiz se levantó como una voz única al convertirse en una de las pioneras de esta corriente en México. Ella pudo, de haberlo querido, dedicarse al piano clásico, pero optó por rebelarse y adentrarse en una música que, en ese momento, era la dieta de unos cuantos. Ruiz trabajó continuamente durante dos décadas, luego se sumió en el silencio para resurgir en los años dos mil cual si hubiera sido tocada por el Ave Fénix.
Esta es una conversación con una mujer que se atrevió a desafiar las convenciones y luego de cinco décadas sigue fiel a sus convicciones.

¿Como comenzaste en la música? Perteneces a una generación en donde no era sencillo que las mujeres se dedicaran a ella.
Estudié en el Conservatorio, primero la carrera de pianista, pero cuando me di cuenta que había muchos pianistas, me cambié a composición. Mis maestros eran Mario Lavista y Manuel Enríquez y empecé a conocer lo que se llamaba la nueva música. Comencé a improvisar, me interesó mucho la improvisación, pero seguí en la carrera de composición y por necesidad me fui a vivir a casa del baterista Micky Salas, quien estudiaba contrabajo en el Conservatorio. Estando en esa casa un día llegó un señor con el pelo a rape y un saxofón. Era Henry West que regresaba de Nueva York de haber hecho la supervisión de la música de la Montaña sagrada con Don Cherry y tenía mucho interés de formar un grupo de improvisación o de jazz en México. Me pidió que improvisara, pero le dije que no sabía hacerlo, que me diera una partitura. Me dijo que partiríamos de cero, sin nada en la mente: “Olvídate de la partitura, vamos a improvisar”. Al mismo tiempo, en 1971, hicimos un grupo de rock and roll Micky Salas, Henry y yo, tipo Mahavishnu. Luego Henry y yo nos cambiamos a otra casa y un día llegó Antonio Zepeda que era muy amigo de Henry, y empezamos a improvisar. El grupo se llamaba AHA y nuestro primer concierto fue en La Casa de la Paz; Antonio se fue, pero ya conocíamos más músicos y fue cuando me dediqué completamente a la improvisación. No soy una jazzista tradicional, porque soy muy radical, no me gusta que me marquen las cosas o me pongan tiempos. Sí toco mucha música clásica, pero para mostrarme necesito ser compositora en ese momento, que es la labor de un improvisador, en ese momento estás creando, sacando de la nada, del silencio, algo que es nuevo, que está sucediendo allí y eso es lo que ha sido mi vida.
En los años setenta el free jazz no era moneda corriente en México y la presencia femenina era escasa, ¿cómo fuiste recibida en ese mundo?
No se oía free jazz en México, era una música que no se conocía y yo era la única mujer en ese grupo y seguí siendo la única mujer en varios grupos. Sí tuve ataques, porque el machismo es fuerte, por ser mujer y no ser cantante, porque sería más bonito que yo hiciera daba daba daba, a estar echando pianazos y tocar otras cosas. Me ha costado, llevo 50 años haciendo música, pero ahora veo que hay muchas mujeres en México que hacen música improvisada, experimental y eso me da un gusto enorme.

¿Cuándo se forma Atrás del Cosmos?
Un día, sentados en casa, en la terraza donde vivíamos, dijimos que ese grupo necesitaba un nombre y pues le pusimos Atrás del Cosmos, porque vivíamos atrás del cine Cosmos. Todo mundo nos identificaba con el esoterismo, teníamos algo de hippies, pero el nombre fue por un detalle geográfico. Atrás del Cosmos siempre se expandía. Muchos músicos estuvieron con nosotros, buscábamos y experimentábamos por todos lados, con mucha gente y sucedían cosas bonitas.
¿Cómo trabajaban?
Siempre improvisábamos, teníamos varias piezas los que éramos de base, pero cuando llegábamos a un lugar tocábamos una o dos piezas y todo lo demás era improvisación. Henry hablaba mucho, le gustaba filosofar en escena y de esa plática salía algo y sobre eso nos poníamos a improvisar.
¿En qué año llegó Don Cherry a trabajar con ustedes?
En 1977. Primero empezamos en el Teatro El Granero, pero resulta que se atascaba y mucha gente se quedaba fuera, había señoras con niños, muchos rocanroleros [cuando Ana Ruiz habla de rocanroleros, hace referencia a los músicos de rock, no a quienes se denominaban así en los años cincuenta] y había pocos jazzistas. Había molestia del público porque hacían cola y de pronto ya no había lugar; nos pasaron al Galeón hasta que empezamos la gira, tocamos en cárceles, en Casas de la Cultura que pertenecían a Bellas Artes, tocamos en donde podíamos.
Es un periodo fructífero el que viven con Don Cherry, luego sacan la producción Cold drinks, hot dreams que pareciera el epitafio de Atrás del Cosmos.
Estuvimos tocando muchísimo. Desaparecimos en 84, lo que hicimos cuando se fue Don Cherry fue descartar toda la música que nos había montado, porque él sí venía con piezas y un día dijimos vamos a olvidarnos de todo lo que hicimos con él, vamos a hacer lo nuestro y entonces surgió este casete que es muy importante. Lo sigo oyendo y me parece muy bueno en un 80%, pero lo que nos dio Don Cherry fue la libertad, el ya no seguir amarrados a nada más.

En esos años esa música era considerada de locos.
La música no se entiende, la música la sientes, si no la sientes por más bien escrita que esté no pasa nada. La música te tiene que llegar y así le llegó a mucha gente. En las cárceles, tengo muchas anécdotas de gente que para ellos era lo máximo, ¿por qué?, porque no les estábamos hablando al intelecto, les estábamos hablando al corazón y así quiero que en este momento siga siendo mi música.
En 1984 Atrás del Cosmos desaparece…
Henry y yo nos separamos, él dio dos o tres conciertos más y ya no funcionó desgraciadamente. El grupo se acabó, pero yo seguí tocando y luego dejé de hacerlo durante tres años, hasta que me encontré a Alain Derbez y me invitó a ser parte de La Cocina y empecé a tocar con ellos, a montar cosas y a improvisar; después formé Radnéctar con Germán Herrera y Ariel Guzik. Sacamos un casete (Fase 1), fue un grupo interesante, duramos como tres años y luego de eso me guardo en casa con mi familia hasta que de repente empiezo a tocar con más gente, a salir, a hacer cosas por mí misma. Comienzo a tocar con Ciprianodonte, con Alain Derbez, con Germán Bringas.
¿De que año estamos hablando?
De 2002.
En todo este tiempo apenas tenemos tres discos tuyos [West /Ruiz / Mann / Enríquez, Radnéctar y Free jazz women and some men], una producción muy pobre. La mayoría de tu música está por ser descubierta.
En esos años que me alejé de la vida pública, me dediqué a componer. Hice música para documentales, uno de ellos sobre el Santo Niño de Atocha; esa música es muy bonita, fue como dar mi corazón. El templo del Niño de Atocha es realmente impresionante, te hace llorar, es muy fuerte y yo le hice la música y la tengo que sacar.
Has atravesado 50 años por la música de improvisación y de vanguardia en México, ¿cuáles son los principales cambios que has advertido?
La apertura a la libertad, me encanta que haya tantos grupos que estén improvisando con el deseo de encontrarse con el otro en la libertad, tenemos que estar abiertos a darnos, a querernos, a acariciarnos, porque estamos viviendo cosas muy feas y los artistas tenemos que darle algo al mundo, dar algo para que la gente se emocione.
¿Pero adviertes avances y para la mujer mucho más…?
Claro y me da tanto gusto que la mujer esté surgiendo, lo que sí no apoyo son las cantantes del daba daba, creo que están como 50 años atrasadas y que tienen que lograr algo más con su voz; puede ser la música más simple, pero te tiene que tocar. Las chavas que están trabajando lo están haciendo con empeño, lo veo con mis compañeras. Cihuatl, por ejemplo, es música femenina, completamente diferente de la música que logro con hombres.
¿Cómo adviertes eso?
Puede ser una música agresiva, pero es femenina. En general el hombre nos respeta poco, aún en el escenario. Cuando oyes al grupo de mujeres también tiene una parte fuerte, agresiva, pero hay más armonía. Allí está, ya lo definí (RISAS).
¿Crees que la generación a la que perteneces puede ser considerada como heroica? No tenían un referente de éxito para hacer las cosas…
No creo que hayamos sido héroes, nos considero clavados en los que somos, reconociendo lo que somos, porque todo lo demás, que si somos leyenda, que si somos famosos, vale madres, la fama no te da nada. Es una necesidad física, emocional, mental, porque además me clavo en la música y todo lo demás se me olvida completamente.
*Fragmento de una entrevista publicada previamente en Acordes y desacordes, el desaparecido sitio de música de la revista Nexos, 18 y 26 de abril de 2018.
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