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Alan Parsons Project y su reciente paso por Puebla

Actualizado: 25 abr

Polo Bautista


Bebía los últimos sorbos de una cerveza fría, cuando en medio de la bulliciosa “michelería” mi amigo Daniel contestó una llamada. Era su mujer, a quien alcancé a escucharle por la bocina del celular: “¡No se tarden!”. Enseguida dejamos los vasos sobre la mesa, dijimos adiós al alegre personal y salimos rumbo al auto, donde ya nos aguardaba Rosario.

De camino al Auditorio Explanada, para el concierto de Alan Parsons Live Project Tour 2025, charlamos sobre las tres giras previas que el veterano músico, productor, ingeniero y compositor británico ha realizado en la ciudad de Puebla, a lo largo de casi treinta años. Todas fueron en sus días un acontecimiento, siendo la última aquella efectuada en 2018, acompañado por la Filarmónica 5 de Mayo, dentro del Auditorio Metropolitano. Aunque por desgracia ninguno de nosotros pudo atestiguar ese concierto o ningún otro, pero eso pronto cambiaría.




Conforme nos acercábamos al magno salón, la fauna roquera reunida se hacía numerosa y resaltaban aquellos supervivientes de la “vieja escuela” que, sin empacho compaginaban sus escasos cabellos blancos, barbas crecidas y barrigas abultadas, con playeras, chalecos y gorras referentes a Queen, Premiata Forneria Marconi, King Crimson o Yes. Prendas posiblemente más apropiadas y vistosas para la también afluente cantidad de jóvenes y adolescentes atraídos por el rock progresivo, la electrónica y el pop del ingeniero partícipe en álbumes tan insignes como The dark side of the moon o Let it be, entre otros.

Sin dificultades alcanzamos nuestras butacas y en cuanto los parlantes retumbaron espasmódicamente supimos que el espectáculo daría comienzo. La larga espera llegaba a su fin. De pronto las luces se desvanecieron, aunque los potentes reflectores se concentraron sobre una plataforma en el escenario, donde Parsons (guitarra, teclado y voz) fue asistido diligentemente para ocupar su regio asiento, rodeado por los músicos Jeff Kollman (guitarra), P. J. Olsson (voz), Danny Thompson (batería), Guy Erez (bajo), Tom Brooks (teclados), Todd Cooper (sax y voz) y Dan Tracey (guitarra). Detrás de todos ellos, el refulgente y gigante ojo de Osiris se asomaba imponente por la pantalla, al tiempo que “Standing on higher ground”, “Don’t answer me” y “The Raven” inauguraban la velada.




El público se entregó al instante y lo demostró mediante nutridos y atronadores aplausos. No podía ser de otra forma, pues el talento y la calidad musical expuesto por aquel ensamble era palpable, siendo las voces de Olsson y Cooper, las más destacadas al alternarse el protagonismo de las canciones.  

Ante esa euforia inicial, Parsons se detuvo algunos minutos para dirigirnos palabras de gentil agradecimiento. A diferencia del maltrecho físico que intentaba disimular, su voz con acento británico era clara y firme. Sin mencionar ese porte elegante y sobrio que lo diferenciaba de sus demás compinches. Instantes después reanudó la función con dos temas pertenecientes al álbum Eye in the sky (1982): “Psychobabble” y “Old and wise”.

No obstante, el primer lapso álgido de la velada sucedió cuando las notas de “I wouldn’t want to be like you”, empezaron a inundar el recinto. Los aplausos de los asistentes se fundieron rítmicamente a la melodía y los reflectores iluminaron a ambos guitarristas. Por primera y excepcional vez, Kollman se apoderó del micrófono y de su garganta emanaron esas líneas que ya todos conocíamos: “I don't care what you do, I wouldn't wanna be like you”. La pulcra digitación proveniente de su guitarra Gibson SG, pronto se acompañó del robusto bajeo de Erez, para posteriormente cerrar la pieza al unísono.




Con los ánimos encendidos transcurrieron “La sagrada familia” y “Don’t let it show”, las cuales dieron paso una imprevista y anticlimática pausa. “¿Cómo es eso del ‘intermedio’?”, preguntó uno de mis acompañantes, al tiempo que todas las luminarias se encendían y el mensaje aparecía alto en las pantallas. Algunos concurrentes aprovecharon el intervalo para dirigirse a los sanitarios o reabastecer sus vasos.

Nuevamente los miembros del staff asistían a Parsons para moverse, esta vez muy lentamente y con sobrada precaución. Asumí que tal fragilidad se debía a los problemas de salud que padeció en 2022, cuando lo intervinieron quirúrgicamente por problemas en la columna vertebral. Teníamos suerte de atestiguarlo en directo, concordamos.  

Treinta minutos después, el músico británico y sus colegas reaparecieron con los instrumentos preparados y en posiciones. Las multicolores luces comenzaron a funcionar, los clamores se volvieron a elevar y un Cooper danzarín entonó los versos de “One note symphony”, (The secret, 2019). Único tema del concierto propio de la discografía en solitario de Alan.

Tal como había ocurrido antes, nuevamente Olsson asumió el papel principal para interpretar otra melodía, la cual fue introducida mediante los teclados de Brooks, a quien se le veía totalmente absorto y sonriente. Evidentemente se trataba de otro hit: “Damned if I do”. El vocalista inició su acto (“Can't sleep alone at night, I just can't seem to get it right, Damned if I do, Damned if I don't, but I love you”) y este fue correspondido cálidamente.




Más piezas clásicas se anotaron al repertorio del evento (“Limelight” y “Can’t take it with you”), así como otra corta intervención del artista británico, quien refrendó su gratitud y presentó puntualmente al magnífico conjunto que le sostenía.

Sin embargo, el gran cierre estaba próximo y todos lo presentíamos, de manera que a las primeras notas de “Sirius” – “Eye in the sky”, nos levantamos de las butacas.





La ovación fue intensa y amplia. Los reflectores se posaron directamente sobre el casi octogenario ingeniero, quien por vez primera se le vio claramente apostado encima del teclado y posteriormente se aseguró la guitarra al dorso, aunque nunca se despegó de su asiento. En esta ocasión, la voz y los acordes centrales surgirían de él: “I am the eye in the sky looking at you, I can read your mind, I am the maker of rules, dealing with fools, I can cheat you blind, And I don't need to see anymore to know that, I can read your mind (looking at you)”.

La aclamación más extraordinaria de la noche pareció incluso cimbrar los cimientos del salón, las luminarias se atenuaron y muchos extasiados permanecieron de pie, a la espera de una última complacencia (“¡Otra! ¡otra!”). Anhelo que se vio gratamente cumplido al instante en que los músicos retomaron sus sitios luego de un breve respiro, para rematar definitivamente con “(The system of) Doctor Tarr and Professor Fether” y “Games people play”.




Al abandonar el Auditorio Explanada, observamos a algunos seguidores de Alan Parsons que aguardaban expectantes junto a los accesos laterales, donde tendría que salir su ídolo. En las manos cargaban viejos álbumes de vinilo, cartulinas, playeras y demás memorabilia. Por nuestra parte, nos hallábamos jubilosos y satisfechos de haber consumado finalmente una suerte de antigua misión. ¿Volvería Parsons pronto a Puebla? nos cuestionamos dentro del auto. “Pues ojalá que regrese un día de estos”, contestó Daniel, mientras seleccionaba una canción de Toncho Pilatos en el autoestéreo.

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