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Braulio Lam, Blanco y negro (Facade Electronics, 2025)


David Cortés

Braulio Lam es un fotógrafo-músico cuya vocación es la de plasmar las reflexiones que le deja estar detrás de una cámara en sonidos, entre ellas la luz, los contrastes, el espacio.


Braulio Lam
Braulio Lam

Blanco y negro es su más reciente producción y abre con  “Melancolía”. Inicia donde una especie de loop es tragado por un pequeño drone que crea…. el vacío. Un golpe que se repite y se agiganta por el dub, por el empleo de reverb, que hace que los sonidos se sientan como si rebotaran-retumbaran (al escuchar con audífonos sentirán esa sensación mucho más presente), pero bajo la cual también se deslizan como alfombras surgidas de una orquesta sinfónica y “comentadas” por el sampleo de una voz.

“Silencio”, paradójicamente retumba durante 1’20”. El eco del sonido que se apaga, se enlaza con el comienzo del otro y su espectro se esparce por toda el aura sonora y casi se puede tocar, mientras “Dogma” es como un remolino que gana fuerza y del cual escapan chicotazos de sonido, ventiscas, sordas oleadas, movimiento que avanza en un plano secundario.

En Blanco y negro hay una miríada de sonidos que se deslizan-desplazan, están en continuo movimiento, ritmos casi bailables (“Contraste”) en antagonismo con la gelidez esparcida en varias composiciones de la placa. Es un álbum del detalle, una colección de temas que ganan conforme se les escucha y que si bien sin audífonos son disfrutables, con ellos se vuelve una experiencia diferente, permiten apreciar más sus matices, la amplitud del dub, esa reverberación que por instantes se antoja infinita.

El disco está dividido por un “interludio” titulado “-” que es un oleaje con un dron y una voz que dice algo como “yo quisiera seguir para siempre…” En esta segunda parte del álbum, el dub persiste, pero es menos abrumador, comienzan a aparecer sampleos de voz y la tónica del álbum es más fría, mucho más ambient, no solo en este tema, sino en esta “segunda” sección del álbum que establece una narrativa diferente.






La primera parte, blanca, es como el vacío; ésta, más oscura, está perlada de emociones humanas. “Kino”, además de ser el corte más largo de esta producción, es también el más dinámico, bailable en su base, con una sin fin de “perturbaciones” en la superficie, pero el corte es como un oasis, porque después regresamos al vacío, al espacio infinito en “Sueños”, donde el sonido se dilata, se expande para cerrar con “Nostalgia”, que dota de circularidad al álbum.

Blanco y negro es una razón más para seguir con atención el trabajo de Braulio Lam, músico que ha encontrado la forma de retarse y superarse en cada producción.


 

 

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