Carlos Greko y Demian Burgos: El caos hecho teoría
- David Cortés

- 9 sept
- 2 Min. de lectura
David Cortés
Demian Burgos (batería) y Carlos Greko (sax alto) forman parte de Rëslip, agrupación todavía joven cuyo debut Aktïw 1, nos hizo voltear a mirarlos con mayor atención. El combo, como estos dos, no ha negado nunca su afiliación-devoción por Magma, y gustan de hacer en su obra frecuentes guiños a los franceses.
Ahora la dupla, a quien además del “trabajo”, los une la amistad, presentan una primera grabación bajo el nombre de Teoría del Caos. No se deje intimidar por el nombre lector, aquí lo que menos va a encontrar es eso: caos.

Teoría del caos, el álbum, abre con “Energía de activación” un corte en donde el comienzo sí que es una evocación-asimilación del sonido de Magma, como los franceses en sus mejores momentos de delirio-arrojo-vaguardismo-temeridad, y en el sax Greko, quien sopla como si quiera derrumbar los muros de Palacio Nacional, le hace un rápido homenaje a Coltrane, mientras las baquetas de Demian agitan el aire y golpean con una furia similar.
Luego de la reminiscencia-tributo inicial, lo que tenemos es a un par de instrumentistas que dan rienda suelta a la energía, sin contemplaciones, sin ataduras ni afeites, directamente. Greko arroja líneas demoledoras, conversa con Burgos quien va del desfogue a una contención relativa según se le plante el ánimo, pero lo que despiden ambos es fuego, disparan púas cual si fueran una antigua manticora.
Teoría del caos agrupa tres cortes nacidos de la espontaneidad, son pura víscera o víscera pura, como prefieran verlo. De principio a fin, aquí no hay respiro, es ventisca imparable, algo similar a un huracán: devastador.

“Venían de Kobaia pt 2” abre con la voz de Greko quien entona un cántico en su propia versión del kobaiano, mientras Burgos recorre sus tambores y crea texturas. Es el momento de más reposo que usted hallará en el álbum y eso es relativo, porque el track está surcado por continuas acometidas de sax y batería, mismas que afloran en cuanto la voz desaparece. Más adelante, nos topamos con un pasaje en donde el sax de Greko teje una melodía con ciertos tonos orientales y es acompañado por un frenético Burgos que nos deja claro que se entiende muy bien con el ritmo: punto excitante, de gran intensidad, uno no desearía que terminara el clímax, uno de mis momentos favoritos del disco.

“Invocación”, el cierre del álbum, es una improvisación con un tono espiritual. El sax nos transporta otra vez a un área infinita, desolada y la batería va de los redobles al jugueteo con los platillos, en una continua espiral. ¿Qué piensas cuando frente a ti hay una inmensidad imposible de abarcar, una distancia difícil de recorrer? Por momentos, el tono íntimo, a veces introspectivo de esta improvisación, es subyugante y sin duda, para quien esto escribe, es el corte más logrado de un disco que va de menos a más y que culmina con el arribo de estos expedicionarios -entre ellos, nosotros-, luego de atravesar el desierto, a tierras sagradas.



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