Concepción Huerta y Huerta Ensamble
- David Cortés
- 4 ago
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David Cortés
Muy activa, Concepción Huerta ha aparecido en un par de producciones más o menos recientes, de las que aquí se da cuenta. Seguro, cuando lean esto, ya habrá algunas otras colaboraciones en puerta que ha preparado o está en eso. Mientras llega ese momento, aquí damos cuenta de estos álbumes.

Concepción Huerta, El sol de los muertos (UmorRex, 2025).
“Magma como la vena en el territorio” abre el más reciente disco en solitario de Concepción Huerta y lo que se escucha es un lamento aparentemente impersonal, pero que en realidad esta preñado de desazón, desesperanza, agotamiento. No hay un sol de los muertos y si lo hubiera estaría marcado por la lobreguez y esta producción es una obra sombría, que va de lo gris a lo oscuro en transiciones graduales, envolventes, lentas, imperceptibles en su minimalismo. “El fuego y la luz están aquí”, a pesar de su título, no pinta un mejor cuadro.

El sol de los muertos es una gran disco, Concepción Huerta definitivamente ha hilvanado en cada una de sus obras una trayectoria sólida y aquí lo que tenemos es una ira contenida, el enojo y el abatimiento que el mundo actual le genera a la compositora. En los seis cortes de este álbum, ella ha dejado salir su furia y la ha entintado de una opacidad nunca antes desplegada en alguna de sus obras. En el tercer track, “La Tierra y sus poderes subterráneos”, se exacerba esa sensación; aquí la tierra, afligida, dolorida, es la que se escucha. Todo es desolación, la oscuridad es absoluta, no hay esperanza, ni viso alguno de mejoría. Tonos graves, lamentos de ultratumba. Y si creían que Concepción no podía pintar cuadros más sombríos, esperen a llegar al corte que titula el álbum: cero esperanza, ausencia de luz, cansancio total. Y así, track a trak es una historia de la desesperanza, de los giros que el mundo da y en donde todo parece ser noche porque la claridad, la luz, la asertividad, han sido erradicadas.
Huerta Ensamble, Live at 316 Centro
Segunda colaboración entre estas dos experimentalistas mexicanas. Se trata de un registro en vivo donde, obvio, resulta complicado saber qué hace cada una de ellas (los créditos no indican que tocan). El tono inicial es de incertidumbre, y no variará a lo largo del track. Hay un sonido, tendido como alfombra, ronco, un loop reptante, cual peligroso animal en acecho y sobre él, en oleadas, aparece otro sonido más agudo, tenso, que, atento, está a la expectativa de lo acontecido en el fondo.
Ambient noir en donde las texturas son envolventes y los cambios inadvertibles porque éstos se despliegan lentamente, surgen desde el fondo y crecen en forma e intensidad. Las voces que aparecen allí son fantasmales, poco claras, susurros, presencias indefinidas y también como una pequeña cita.

El vaivén del oleaje cambia, el tono se vuelve ligeramente luminoso, las oleadas ahora son en claroscuro, perladas por rayos de luz, aunque éstos son lejanos, pero esperanzadores. Es el momento de la “lucha”, del desdoblamiento del alma, porque este tratado sonoro es un discurso nacido desde el interior de un ser humano que, mudo, atestigua el caos, los horrores del mundo. Goya, El Bosco, son más alegres que lo aquí contenido y como en toda lucha, también se llega al momento de respiro, al espacio para la contemplación y el regreso del vaivén, de ese eterno vaivén cuya frecuencia ahora es menor y está dominada por un pulso sostenido.
Estamos a la mitad del track de esta exploración maquinal de los monstruos que habitan en nuestro interior y las oleadas de sonido ganan en intensidad, volumen. Aquella primera alfombra pasa a ser un dron y sobre él la cauda sonora oscila. Es aguda, cual si fuera una bestia de acero que se arrastra e hipnotiza con su movimiento; es también el momento en donde una presencia indefinida esta allí: Nos observa, nos sigue, nos acosa. Jamás se acerca, pero su presencia es perturbadora. No es un monstruo, es la urbe magnificada, la metrópoli por las noches en donde los sonidos, incluso los más sutiles, son misteriosos e indescifrables y que, en su continua repetición, en su constante ir y venir, atormentan y hasta podrían desquiciar. Sin llegar a ser industrial, esta placa es un ejercicio de la esquizofrenia, la angustia, el caos, la locura, la hecatombe particular.
Es un sueño, un sueño que avanza tranquilo y se convierte en tortuoso, alcanza cuotas de pesadilla y al final las brumas se disipan, como empezaron. Poco a poco, una a una, desaparecen.
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