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Radiografía del Rock en Oaxaca. Tercera entrega: los años ochenta


Polo Bautista


Durante el último tramo del año pasado, el investigador Gamaliel Robles publicó en la Editorial Rapsodia, el primer volumen de la saga Radiografía del Rock en Oaxaca, correspondiente a la década sesentera. En febrero de este año, prosiguió su exposición con un segundo tomo relativo a los años subsecuentes. Finalmente, el reciente lanzamiento sobre la historia del rock oaxaqueño ha visto la luz y, al igual que sus entregas previas, este libro abreva de una amplia y profunda exploración que incluye fotografías a color, crónicas, discografías e información variada sobre la turbulenta década ochentera, en la cual el heavy metal se instaló en las mentes y los corazones de sus jóvenes. Sobre el contenido de esta publicación y los planes a futuro charlamos con su autor.

 

Antes de abordar enteramente la reciente entrega de la Radiografía del Rock en Oaxaca, podrías comentar brevemente el contenido del libro anterior.

Continuando con este proyecto de la Radiografía del Rock en Oaxaca, meses atrás presenté el segundo tomo el cual abarca la década de los setenta. Bajo esa dinámica se dieron a conocer los personajes, las agrupaciones, los negocios donde proliferó el rock, el panorama citadino durante ese periodo, etcétera. Todo desde una perspectiva musical. Pero también algo que fue significativo no solo para Oaxaca, sino a nivel nacional fue desde luego el Festival de Avándaro, celebrado en septiembre de 1971. Por tanto, los años setenta tienen un papel interesante en el territorio oaxaqueño, aunque no es un punto clave para su desarrollo o el de sus grupos; por ejemplo, en dicha celebración participó Jacobo Aragón, quien fuera baterista durante la década sesentera de los Happy Hunters y más tarde se integró a El Epílogo, conjunto que estuvo en Avándaro. Al regreso de Aragón, surgió otra dinámica con nuevos grupos que estaban apostando de alguna manera por el rock pesado o rock clásico, siendo Los Beethoven’s y El Gruhpo, los únicos conjuntos procedentes de los sesenta que se mantuvieron. Sin embargo, esta nueva oleada:  La Resurrección, The Road Runner y muchas otras, algunas muy efímeras, atravesaron por dificultades en torno a que la escena viró hacia la música disco. Esta poco a poco permeó en la ciudad de Oaxaca, al igual que el bossanova y la música versátil. Eso hizo que el rock y sus músicos se adaptaran a las nuevas tendencias. A saber, Los Beethoven’s y The Road Runner además de tocar rock clásico o rock pesado, también apostaron por el funk y otras tendencias. Entonces muchas de esas agrupaciones incluyeron metales en sus alineaciones. No obstante, dos bandas que rescato y profundizo en la segunda entrega de la saga son Black Fire y La Resurrección, quienes fueron los únicos cien por ciento roqueros. En el caso de Black Fire, estos siguieron vigentes hasta los primeros años de los ochenta.

¿Qué cambios relevantes advertiste al arribo de la década ochentera?

Entramos en una dinámica muy distinta a las anteriores, porque ya encontramos cambios radicales en aspectos tan variados como la vestimenta. Con influencia del grupo Kiss, Oaxaca experimentó una serie de transformaciones no sólo en el rubro musical, sino también incluso en los negocios. Surgieron nuevas colonias, la gente ya no sólo se concentraba en el centro de la ciudad, sino también en las periferias. Fue la época de las pandillas, los servicios para fiestas con luces y sonido, la música disco, etc. Entonces los músicos dejaron de ser rentables a comparación de un Disc Jockey. Así, principiados los años ochenta pude identificar que por su propia naturaleza los grupos de los sesenta y setenta empezaron a extinguirse. Algunos se refugiaron en la música versátil, otros se dedicaron a sus familias, se inclinaron por otras actividades o dejaron al rock en un segundo plano. De esa forma nació una nueva generación de jóvenes que escuchaban a Kiss, Three Souls in my Mind, Enigma, Javier Bátiz y demás. En esta entrega, dentro del apartado correspondiente a The Road Runner, sus integrantes mencionan que en la época del grupo Nahuatl y el baterista Carlos “Bozzo” Vázquez, hicieron mucha amistad con ellos. The Road Runner viajaba al entonces Distrito Federal, para verlos ensayar. De igual manera, “Bozzo” y compañía les enseñaron a tocar. Hubo una temporada en la cual The Road Runner tuvo alrededor de seis elementos, ya que agregaron trompetas para tocar melodías de Donna Summer y afines; pero por brevísimo lapso fueron un trío e interpretaban únicamente canciones de Nahuatl.  Aunque de eso no muchos se acuerdan.





Tengo entendido que el heavy metal fue trascendente en Oaxaca, ¿qué me puedes decir de eso?

La mayor influencia fue sin duda el heavy metal, pues ya era muy popular a comienzos de los ochenta y los jóvenes se identificaron con este estilo por varias razones. La primera es debido al cine, desde luego por la proyección de filmes como Kiss en el infierno del rock (Kiss meets the phantom of the park, 1978), especiales de Pink Floyd, Led Zeppelin e inclusive documentales de AC/DC y muchos otros grupos similares. También tuvo un papel muy importante la radio, pues durante los años ochenta tuvimos programas específicamente de rock. Además, la televisión hizo lo propio, porque se menciona mucho una entrevista que le hicieron a la agrupación Luzbel en 1982 o 1983. Todas esas partes hicieron que se generara una nueva oleada y cierto interés no sólo por tener una escena, sino igualmente construir nuevas propuestas roqueras y de heavy metal. Algo muy importante y que se menciona en este libro, es el surgimiento de una de las bandas clásicas o legendarias del heavy metal llamada Cuero y Metal, la cual se posicionó a nivel nacional en virtud de sus composiciones e interpretación. En 1987, su vocalista fue nombrado como uno de los mejores exponentes del género. Entonces es evidente que ya había una calidad interpretativa.

¿Cuál fue la mayor contribución del heavy metal al rock oaxaqueño?

Provocó que se gestara en los ochenta una escena de rock, construida no solo mediante los grupos, sino también a causa de los programas de radio, los roqueros que se involucraban en la prensa y realizaban dinámicas de difusión: entrevistas, reseñas, comentarios, etc. Asimismo, identificamos la creación de colectivos de jóvenes roqueros y metaleros, que buscaban la forma de organizar conciertos y de generar una identidad propia que no existía en los años sesenta y setenta. Es decir, que anteriormente el rock estaba vinculado a la música versátil y en los ochenta ese parámetro se rompió, porque aquella nueva generación construyó su escena partiendo de la vestimenta, de una identidad y obviamente de la música. Incluso existió una tienda: ABC Discos, que se especializó en traer material netamente roquero o metalero y que igualmente sirvió como punto de encuentro para muchos jóvenes que no se conocían entre sí y terminaron por volverse grandes amigos. Hay ejemplos de otros negocios como el de una cafetería que tuvo el nombre Kiss, donde se comían tortas y jugaba futbolito, pero escuchando al mencionado grupo de fondo.



Gamaliel Robles. Foto: Polo Bautista
Gamaliel Robles. Foto: Polo Bautista

¿Entonces ya se puede hablar de una escena totalmente consolidada?

Sí, hay una escena. Si bien, yo creo no se identificaban como tal, antropológicamente ya lo eran, pues contiene todos los elementos. En ese periodo sucedió otra cosa relevante, me refiero oficialmente a la primera razia en un concierto del vocalista Arturo Huizar, durante 1989. Esto ocasionó el rompimiento de la prensa con el rock. Si antes había artículos o seguimiento hacia el género, después de aquello también se interrumpió el vínculo con el gobierno. Antes había instituciones culturales que organizaban conciertos, diarios que hablaban del tema, etc. Los festivales se hacían en el centro de la ciudad, en las plazas públicas; incluso en el Auditorio Guelaguetza se realizó uno de los primeros festivales de rock, a donde se presentaron Luzbel y Ritmo Peligroso, entre otros. Fue algo insólito porque posteriormente, aunque sí hubo más conciertos, eso hablaba de qué tan “fácil” podían hacerse por esos años dentro de Oaxaca. En los noventa si ibas a una tocada era seguro que sucedía una razia, no necesariamente en el transcurso del evento, sino en la periferia debido a que vestían de negro u observaban cualquier otro indicativo de chavo roquero. Con certeza te basculeaban o hasta te podían subir a la camioneta para llevarte detenido.

¿Los años ochenta fueron una etapa dorada para el rock oaxaqueño?

Podríamos llamarla un parteaguas, porque ya identificamos al rock como un ente propio que no necesitaba que lo ligaran a la música versátil para decir que existía. Por sí mismo empezó a encontrar sus lugares, su vestimenta, sus programas de radio, sus músicos, etc. Ahí nacieron Cuero y Metal, Arma, Éxtasis, Veneno, Horus, Nicky Six, Caballo Rojo, Mercado Negro y bastantes propuestas más que ya venían con otra fórmula, no solo musicalmente, sino también de pensamiento. Hasta encontramos grupos que podríamos asumir como antecesores de la música rupestre oaxaqueña, gracias a la lírica, la composición y demás.






¿En cuanto a producciones discográficas qué muestras hallaste?

El primer disco que se grabó en ese periodo fue justamente el sencillo de Cuero y Metal, este salió en 1986. No obstante, ya era posible hacerse de una grabadora que cumpliera justamente con el ejercicio de los registros. Grababan programas de radio, conciertos, ensayos, en fin. Esa facilidad permitió que algunos conjuntos como Arma o Mercado Negro pudieran grabar sus ensayos o los conciertos de Parafonía. Esos registros por fortuna sobrevivieron al tiempo, se digitalizaron y actualmente se pueden escanear vía código QR, para su escucha. Entonces empezamos a notar que, de 1986 hasta el día de hoy, es cuando se generan producciones de manera autogestiva; o como en el caso de Cuero y Metal, discos prensados de siete pulgadas, con dos temas grabados en Oaxaca: el primero se hizo en un terreno baldío donde había puercos, gallinas, etc., y la otra pieza dentro del gimnasio Ricardo Flores Magón. Persisten los comentarios del terreno acerca de que se escuchan los animales muy vagamente. Justamente el productor buscó una atmósfera distinta a la de un estudio, los cuales tampoco abundaban o eran muy caros, y optó por esos lugares.

¿Además de las razias qué otros riesgos sorteaban los roqueros de esa época?

Las pandillas. Aquí existieron muchas de ellas, como la famosa Cinco Punks, nombrada así por la colonia Cinco Señores. Pero antes de ellos estuvieron Los Cobras o inclusive tres pandillas que portaban los nombres de grupos roqueros: Los Stones de la calle Reforma y al norte de la ciudad vivían Los Mötley y Los Iron, ambas de la colonia Dolores. Muchas de estas facciones tenían roqueros entre sus miembros. No necesariamente se dedicaban al robo o al asalto, pero sí se mezclaban delincuentes con amantes del rock y las tocadas. Obviamente esas pandillas siempre tenían conflictos por cuestiones territoriales, pues hay historias de que sí se llegaron a enfrentar al estilo de la película Los Guerreros (The Warriors, 1979). Ibas a una colonia a altas horas de la noche y te encontrabas en la esquina a un grupito de jóvenes con determinadas características. Entonces tenías que buscar la manera de pelear o evadirlos. Muchos de los pandilleros vestían playeras de rock y ese rasgo hizo que el gobierno identificara al género con la delincuencia o con las pandillas. Pero insisto, muchas personas no estaban forzosamente vinculadas al hampa.


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¿Las líricas del rock ochentero sobre qué versaban?

Aquí hago la división, porque existe obviamente una continuidad del rock, en donde encontramos personajes como Rodolfo Ramos, quien es considerado el Rodrigo González de Oaxaca, debido a su forma de ser, de vestir y la composición musical. Tocaba la guitarra acústica, la eléctrica y hablaba básicamente del cosmos, la paz y cuestiones sociales. En otro sentido, las bandas de heavy metal se destacaron por tratar temas relacionados a dioses, guerreros, venganzas, infiernos, etc. Son letras fuertes. Posteriormente tuvimos al punk, el cual se manifestaba mediante letras destinadas a cuestiones sociales o anarquistas.

¿En esa década también floreció el movimiento punk?

Los punks no son notorios hasta los noventa. En los ochenta sólo identifiqué a un punk que tuvo una banda llamada Nicky Six, la cual por cierto tocó hace poco. Después de Nicky Six formó Coprofagia, aunque no duró mucho tiempo e intentó aparecer en la televisión local. Sin embargo, el fundador de la banda comentó que antes de tocar en la televisora tuvieron que hacer un scout, para saber qué tocaban y demás. Entonces una de las preguntas que le hicieron fue el significado del nombre de la agrupación. Este personaje les reprochó por desconocer la connotación de la palabra, siendo que trabajaban en la televisora, pero entonces insistieron, a lo cual respondió que “coprofagia” es la acción de devorar mierda. Al decir eso no les permitieron presentarse y por tanto no hubo grabación.

¿Con relación al registro gráfico cuáles fueron tus hallazgos?

Encontramos fotografías impresionantes las cuales fueron difíciles de reunir, porque muchos de los músicos no tenían dinero para una cámara y bastantes fotos se perdieron a lo largo del tiempo. Pese a todo, están los registros de los jóvenes que se reunían para las tocadas. En cuanto a carteles encontramos, por mencionar, el primer concierto roquero de los años ochenta en donde ya se asomaba esta nueva oleada encabezada por Parafonía, quienes de alguna manera son los padres del rock en esa época. Asimismo, ubicamos a Arma, una agrupación sumamente interesante. Permanecen afiches particularmente metaleros, de cuando vino por vez primera Luzbel, aunque retornó en numerosas ocasiones porque hizo buena amistad con los integrantes de Cuero y Metal. De igual suerte, hallamos un póster sorprendente del primer concierto de Rock Rotativo 87, en donde identificamos a bandas que solo tocaron esa vez o que tocaban muy poco. Lo mismo localizamos flyers, logotipos, boletos e incluso el cartel de cuando se presentó Huizar y sucedió la razia que ya platicamos. Observamos cosas muy curiosas como fotografías de los dueños de las primeras tiendas de discos que ya vendían rock. Permanecen muchos afiches hemerográficos en donde se demuestra que Oaxaca estaba influenciada por el grupo Kiss, en parte porque muchos anuncios o promocionales usaban sus llamativos rostros para dar a conocer alguna discoteca o tienda.






¿Tuviste problemas para que tus entrevistados compartieran sus anécdotas y datos?

Fíjate que no hubo complicaciones, porque pienso que ya se lo esperaban. Cuando empezamos a hacer toda esta investigación, para ellos implicó un desahogo. Fue reencontrarse con sus fotografías, sus carteles, sus amigos, sus compañeros de tocadas, sus novias, sus primeros discos, sus maneras de vestir, etc. Con respecto a esto último, muchos dicen que tomaban tela de los sillones con estampados de tigres, jaguares o rayas para hacerse sus pantalones, simplemente porque no había prendas con esos distintivos. Las playeras las coloreaban con pintura acrílica para diseñar determinados logotipos, se las ingeniaban para poder tener estoperoles o clavarse agujas en las orejas, el cabello ni se diga. Toda esa dinámica es muy rica en detalles y ellos me la compartieron, lo difícil que fue ser un roquero y vestir de negro. Gran parte de aquellos jóvenes todavía no trabajaban o venían de familias adineradas, y aunque tuvieran recursos el rock era mal visto. Eso es lo que se recopila a través de la fotografía y la imagen. Proporciona un panorama y un léxico de cómo era Oaxaca en esos momentos, con jóvenes tan aguerridos por la música y el heavy metal.

 Durante el primer lanzamiento de la Radiografía (años sesenta) conversamos sobre las dificultades que los rocanroleros sortearon para hacerse de sus instrumentos ¿Luego de veinte años algo cambió en ese rubro?

Ya había tiendas, pero se repite y subsiste el mismo patrón a lo largo de las décadas: por ser jóvenes los iniciadores de cada nueva ola no contaban con la facilidad de comprar sus propios instrumentos. Muchos empezaron con guitarras de palo, imaginándose cómo sería tocar una guitarra eléctrica, pero sin pedales. Hay una anécdota bien interesante con todo y foto, de un bajista que tocaba en Arma y el bajo era propiedad de Rodolfo, el líder de la banda quien tocaba la guitarra. El instrumento que tenía era muy grande, parecido a un contrabajo. Lo que hicieron entonces fue tomar un serrucho, cortar el bajo y darle forma para que se pareciera a una de las guitarras del conjunto estadounidense Plasmatics. En la foto se observa cómo lo pintan, le ponen líneas blancas y negras, etc. Cuando este músico se subía a tocar, otras bandas lo veían con ese instrumento y se lo pedían prestado, pero este chavo se negaba y argumentaba que no se los cedía porque era su bajo y le había costado trabajo hacerlo. A modo de chiste, él dice que inventó el primer bajo inalámbrico, porque en un concierto mientras estaba tocando el cable se desconectó, pero no se dio cuenta y siguió tocando como si realmente sonara. Muchos de sus amigos lo abuchearon en buena o mala onda y por eso le dijeron que había inventado el bajo eléctrico inalámbrico. Hay numerosas historias. A diferencia de los libros anteriores, este volumen está empapado de anécdotas y citas textuales que te narran el cómo pensaban, vestían, viajaban, iban a conciertos, el cómo aprendían a tocar y se intercambiaban cassettes o vinilos.

 




Asumo entonces que tuviste más complicaciones para escribir esta entrega a causa del volumen de información

Más que nada implicó tiempo. Lo más difícil fue la parte del diseño editorial, porque ahora incluye cuatro secciones a color con imágenes. En los anteriores números vienen los artículos con su respectiva foto, pero para hacer un libro bajo esa misma dinámica colorida en verdad resulta caro. Entonces, lo que me recomendaron y vi, es que hay libros que solo hacen apartados fotográficos, ya sea que lo ponen al final o lo van intercalando en el libro. Es el texto y después el acoplado con fotografías. Lo hice así para reducir gastos, pero personalmente no me gusta porque yo estoy muy acostumbrado a leer y tener una fotografía. En este caso tienes que esperar, leer un blog de información y finalmente mirar la galería. Afortunadamente las imágenes van ligadas a figuras, por lo que más o menos te vas ubicando entre las páginas. Adicionalmente, fue complicado realizar una selección de imágenes, saber dónde colocarlas y que no rompieran con la estructura narrativa del libro.

¿Piensas continuar la investigación de la Radiografía con un siguiente volumen?

Es el único que haría falta, el cuarto tomo para los años noventa y cerrar por ahora la saga. No obstante, eso va a tomar tiempo, por lo menos un año, porque es más trabajo. Resulta el triple de todo lo logrado, pero con mayor información. Hasta el momento llevo identificadas alrededor de cincuenta bandas, un catálogo de grabaciones, carteles, conciertos, historias, eventos, marchas, colectivos, fanzines, una escena consolidada y evidentemente una diversificación del rock: rock pop, rock urbano, metal y sus variantes, punk, etc. Fue mucha efervescencia lo vivido en los noventa. Aún no hay fechas, pero un posible acercamiento sería para el mes de agosto del próximo año. Ya llevo un avance, pero yo creo que del cien por ciento apenas cubro el veinte, sin tomar en cuenta que no he hecho los artículos. La información está en bruto, digamos.

¿De acuerdo con todo el trabajo realizado hasta ahora qué reflexiones, conocimientos o conclusiones rescatas?

Sobre todo, el reconocimiento de estas bandas que ya quedaron en gran parte olvidadas. Después de la presentación del libro aquí en Oaxaca, leí comentarios en redes sociales de que las agrupaciones no habían existido o, dicho de otra manera, eran mentiras. Ya sea porque a muchos jóvenes no les tocó vivir eso, nadie menciona a los grupos o justamente no existen publicaciones de este tipo. Sin embargo, me he dado cuenta de que muchas personas, tanto las que aparecen en el libro como los que creen haber sido parte de la escena, se les dificulta identificar el momento al que pertenecieron. Es decir, gracias a la hemeroteca: sus registros, grabaciones y publicaciones, muchos de ellos lograron situar en qué fecha surgieron las agrupaciones. Daban aproximaciones y hay que tener en cuenta los cuarenta años de distancia. Me brindaban pistas de sucesos, pero estos se corroboran cuando encuentras los carteles o reportajes y dices fue tal día y año. Generas información certera.





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¿Estos roqueros son conscientes del legado que aportan a la música oaxaqueña?

Considero que apenas lo están digiriendo. Como dije, luego del concierto que ofrecimos en la presentación del libro, nos dimos cuenta de que se formó un enlace entre los jóvenes y aquellos que vivieron en los noventa, quienes no creían que existiesen esas agrupaciones. Más que creer, ellos refieren al cómo se escuchaban sus antecesores. Claramente después de cuarenta años no es lo mismo, pero al menos cada uno de los que tocaron ese día conservan la energía viva. Eso fue muy satisfactorio, porque se deja un testimonio de la importancia que tienen esas bandas y sus predecesoras. Asienta una huella de lo que hubo en la construcción de una escena. Si bien, no está ligada o no es una influencia tan notoria, resulta significativa porque ellos fueron los primeros que abrieron brecha en el rock oaxaqueño.

¿Cómo se puede adquirir el libro?

Dentro de la ciudad de Oaxaca directamente conmigo al número +52 9512 519195 y en la biblioteca Andrés Henestrosa. En Ciudad de México apenas voy a distribuirlo, pero lo encuentran en la tienda de discos Retroactivo Records. También por redes sociales se va a difundir y lo enviaría mediante paquetería. Pueden mandar un mensaje al Facebook del Archivo Sonoro de Oaxaca, a mi cuenta personal Gama Robles y en Instagram estoy como Archivo.Oax.

 


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